Amia, una cuidadora dedicada y apasionada por los animales, se encontraba en medio de su rutina diaria en el zoológico cuando un accidente inesperado truncó su jornada. Llena de amor por sus peludos y emplumados amigos, Amia dedicaba su vida al cuidado de cada uno de ellos, asegurándose de que recibieran el alimento, la atención y el cariño que necesitaban.
Sin embargo, ese día el destino tenía otros planes. Un descuido, una mala pisada o quizás una simple distracción la llevaron a caer, provocando una lesión que le impedía continuar con sus labores habituales. El dolor era intenso y la preocupación por sus animales crecía a cada minuto.
A pesar del malestar, Amia no podía permitir que sus animales la vieran en ese estado. Con una sonrisa forzada y tratando de ocultar su dolor, se dirigió a la enfermería del zoológico para recibir atención médica.